LA LEYENDA
El primer
árbol de navidad fue decorado
con sangre. O al menos esa es una de las leyendas que se tejen en torno a este
árbol que todas las navidades es colocado en la mayoría de los hogares de
América y Europa. Esta leyenda
menciona que en la Alemania precristiana se realizaban dos ritos:
el primero al Dios Odín ( “padre de todos” según la mitología escandinava). Su
rito
consistía en que
un grupo de guerreros se reunía en torno al roble sagrado de Odín y a manera de
tributo, ofrendaban las vidas de los prisioneros de guerra.
El segundo rito estaba dedicado al Dios
Thor, (hijo de Odín. Considerado como el más fuerte de todos los Dioses
nórdicos). En su nombre realizaban una ceremonia con pencas de palma de doce
hojas, cada una de las cuales representaba un mes del año. Al finalizar la
ceremonia, encendían la punta de cada hoja y apilaban las palmas en forma de
pirámide formando una hoguera en su honor.
Pero estos ritos sufrieron un cambio importante a partir del siglo VII,
con la llegada a Alemania de un monje que fue conocido como: San Bonifacio. Al
darse cuenta de los sacrificios humanos que practicaban los nativos en el roble
dedicado a Odín, San Bonifacio decidió usar un abeto para evangelizarlos a
través de él. Aprovechando su forma triangular, logró transmitirles el concepto
de la santísima trinidad
(Dios padre, hijo y espíritu santo). También, poco a poco consiguió que
los nativos se convirtieran a la religión cristiana y que empezaran a venerar
este abeto como el árbol de Dios, así como antes veneraron el roble como el Dios
Odín.
Según estas leyendas, estos fueron los primeros pasos para el
nacimiento del “Árbol de navidad”
que conocemos hoy en día, ya que es la primera vez que se usa como un ícono
relacionado con la cristiandad.

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